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Un voleibolista que es juez y parte

diciembre 02, 2015

Justo en el momento en que sentía que la potencia para bloquear no era la misma. En el instante preciso en que no llegaba con la precisión de antes a la pelota. Cuando el corazón pedía pero el cuerpo no daba, a Mauricio Álvarez le llegó antes que una invitación, el giro que necesitaba su vida.


El voleibol parecía marginarlo del alto rendimiento, pero encontró en el sentado la verdadera razón de ser. No fue por descarte ni mucho menos. El balón le dio una segunda oportunidad. Pura y física vocación que ya cumple más de dos décadas. Tiempo en el que se ha apropiado tanto de esa pasión, que también se desempeña como juez del convencional.

Es una autoridad en la materia, dentro y fuera del campo de juego. Lo demostró este miércoles, por ejemplo, cuando en el estreno en los Juegos Paranacionales, lideró al sexteto antioqueño  para superar en tres sets a Valle. El primer paso hacia el sueño dorado en el coliseo Ibagué 2000 de la capital tolimense.

Falta mucho para llegar al peldaño más alto del podio, pero el primer triunfo vale mucho. En lo colectivo por el factor anímico que genera. Y en lo individual, porque le empieza a dar forma a algo que vislumbró cuando decidió apostarle al voleibol sentado, el que le venía coqueteando desde hace tiempo.

“Me habían buscado, yo quería, pero no la vi tan viable por una sencilla razón: no me faltaba ningún miembro. Entonces fue cuando alguien dijo, pero usted tiene polio y puede clasificarse. Así lo hice  y acá estoy”, confiesa con orgullo Mauricio.

Esta modalidad la practica hace cuatro años, pero sigue jugando el convencional, en el que se desempeña como pasador y líbero. En el otro es el armador, el pasador principal. Funciones similares que le permiten mantener ese espíritu competitivo que se refleja en la celebración eufórica tras cada punto ganado.

No gusta de las comparaciones, pero por su peculiar experiencia de desenvolverse en ambas disciplinas, se hace casi que obligatoria. “Son iguales, aunque en el sentado se vibra más por el motivo de la discapacidad, de llegarle a un balón y hacerlo bien, entonces en lo emotivo te llena más”, dice este deportista de 39 años.

En el convencional, recuerda que cada vez “era más limitada la acción de bloqueo”, en cambio ahora esa tarea puede “hacerla perfectamente”. Se siente pleno, realizado. Y su vida va a toda velocidad, como cuando está montado sobre la moto para ejercer el oficio de mensajero con una empresa de cobranzas.

No le sobra el tiempo entre tanta diligencia, pero siempre se lo abre para entrenar y también para dividir milimétricamente sus vacaciones. “Para cada torneo pido días, voy proporcionando. Es mejor para la compañía no tenerme cinco días y no 15 por fuera, así que su colaboración me ayuda mucho”, asegura.

Lo agradece, pero también el crecimiento del voleibol sentado que se patenta en estos Paranacionales. “El desarrollo es muy grande. Acá en Ibagué llegaron seis equipos y muchos se quedaron por fuera. En Antioquia por ejemplo se creó otro grupo, Los Mulatos, de Caucasia, que van y compiten con nosotros”.

Su tesis la reafirma con otro ejemplo: “En julio pasado en Cali, en marco de una copa, se dieron cita 12 escuadras, una cifra importante que motiva e ilusiona”. También lo esperanza un mayor apoyo, por eso hizo pública una petición: “Que los entes sigan promoviendo, sobre todo con escenarios acondicionados”.


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